(Nota de Psisulab).- Cualquier emigrante que decide abandonar su país de origen en busca de una vida mejor y nuevas oportunidades va a compartir su camino con una compañera de viaje que no ha invitado, la soledad.
Los mayores estresores a los que se enfrenta el emigrante son:
- El miedo a peligros físicos que le puedan suceder, tanto durante el camino, como caer en manos de mafias, o al llegar al país destino sufriendo abusos del contratador, que se aproveche de su desesperación por encontrar un trabajo.
- Desorientación, por ejemplo, ante el funcionamiento de la burocracia del país en el que va a vivir los próximos años.
- Sentimiento de fracaso al no conseguir rápido un empleo “de lo suyo” o que le aporte el salario suficiente para mantenerse en el lugar de destino y poder ayudar a los que han quedado atrás.
- Ausencia de apoyo familiar y de amistades en momentos claves o importantes
- Sentimiento de tristeza, sobre todo en fechas especiales como, por ejemplo, en fiestas y celebraciones familiares.
- Sentimiento de impaciencia por la fecha de vuelta al país de origen.
En Psisulab tenemos experiencia
En Psisulab somos profesionales titulados con más de veinte años de experiencia combinada en el ámbito de la psicología y el desarrollo personal. Raquel Mañana, licenciada en ADE Life & Executive Coach de Psisulab, quien tiene más de cinco años trabajando con expatriados y emigrantes, con todo tipo de motivaciones y diferentes estatus sociolaborales, asegura que el sentimiento que genera más ansiedad y angustia es el de la soledad.
Al fin y al cabo, los humanos somos seres sociales, necesitamos de los demás, y los expatriados y emigrantes han dejado su red de seguridad de toda la vida, familia y amigos, para enfrentarse a un futuro incierto, porque una vez llegado al país de destino hay un choque entre las expectativas que tenían y la realidad que se encuentran. Además, el emigrante ha de adaptarse económica y socialmente lo antes posible al nuevo país para poder llevar a cabo su plan de mejora de vida.
Recuerdo, por ejemplo, el caso de un venezolano que había solicitado protección internacional, llevaba más de un año en España sin sus hijos ni su mujer, estaba haciendo todo lo que estaba en sus manos para poder reunirse con su familia, pero se sentía culpable por no poder estar con ellos, que lo estaban pasando realmente mal, mientras que él estaba seguro y comiendo todos los días. A esto se unía el hecho de que sentía que no tenía derecho a quejarse con su mujer de cómo se sentía en España, de lo duro que se le hacía el día a día, con lo cual evitaba hablar con ella del tema, lo que hacía que se sintiera mucho peor, mucho más sólo.
La soledad
El sentimiento de soledad genera mucha tristeza y cada emigrante reacciona de una forma determinada: a algunos les lleva a fusionarse con la cultura de acogida, adaptarse; a otros les empuja a buscar gente de su propia cultura para resguardarse; otros se aíslan mucho más. Y es que la respuesta del ser humano ante algo que le causa miedo suele ser parálisis, huida o enfrentamiento.
Cuando el emigrante está o se siente solo, puede dejarse llevar por los recuerdos de momentos mejores, de otros momentos de soledad o abandono en su vida, recuerdos del pasado que, en exceso, llevan a generar más tristeza y depresión. Otra de las opciones es ponerse en lo peor en el futuro, en la cantidad de cosas que pueden pasar, temer que pase lo peor, lo más grave y doloroso, y esto genera en el emigrante altos grados de ansiedad. Se tiende a idealizar la vida en el país de origen, a pensar que allí todo sería más fácil o que, al menos, en momentos de dificultad, de enfermedad, allí estaban los tuyos para ayudarte a levantarte.
También se puede imaginar un millón de “Y si…”, desgracias que probablemente no pasarán como, por ejemplo, que por una queja en el puesto de trabajo se vaya a perder el empleo, o que como está solo no encontrará ayuda de nadie para superar cualquier enfermedad, o que es mejor no dejar que los demás sepan que no se sabe hacer algo porque lo usarán en su contra.
Somos especialistas en gestión del cambio dirigido a expatriados
Nuestro trabajo en Psisulab consiste en encontrar formas de afrontar y manejar la soledad y encontrar estrategias para poder convertirla en la oportunidad de encontrar algo de calma. Se trata de aprender a manejar la soledad durante la expatriación, ya que es un estado necesario para establecer un nuevo orden, para poder mirar dentro de uno/a mismo/a y conocerse y reconocerse.
Ayudar a encontrar el placer y el sentido de la soledad durante la expatriación es un trabajo duro para el emigrante, pero necesario, porque la soledad es una compañera de viaje que aparecerá, y bien aprovechada ayuda al emigrante a descubrir recursos que no puede ver si mira todo el tiempo hacia fuera. La soledad ayuda a poner en perspectiva miedos, apegos, juicios, ideas y creencias que muchas veces generan daños psicológicos más severos y más difíciles de tratar.
“Síndrome de Ulises” o “Síndrome del Emigrante”
Al empezar una vida nueva en un nuevo país, el emigrante y su entorno cercano experimentan una serie de cambios psicológicos que pueden llevar a un trastorno psicológico llamado “Síndrome de Ulises” o “Síndrome del Emigrante”.
Estar solo con uno mismo/a puede calmar la mente, fortalecer el autocontrol y ayudar a conocerse mucho mejor e identificar las necesidades, sensaciones y sentimientos personales, lo cual es clave para mejorar el desarrollo personal durante la expatriación.
El emigrante ha de aprender a cuidar de los momentos de soledad y de los momentos con otros. Puede elegir hacerlo por su cuenta, pero si quiere acelerar los resultados y hacerlos más duraderos puede recurrir a Psisulab, especialistas en gestión del cambio dirigido a expatriados y le ayudaremos a acortar los tiempos.
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Buen post, lo he compartido con mis amigos.
Bel article, je l’ai partagé avec mes amis.